9.14.2006

Cobalto.- Diana Sofía Sánchez

En la oscuridad de la noche que nos ahoga, hemos intentado alejarnos hasta los límites que permite la cama. En sueños alcanzo a tomar un poco de ese aroma que la acompaña cuando regresa de sus caminatas nocturnas. Es un ligero dulzor que emana de su cuerpo, que no sé si es propio o ella se lo arrebata cada noche a algún extraño. Yo no huelo así. Tampoco tengo la fatiga que cada mañana la invade y entonces se niega a todas las propuestas de mi madre: no quiere salir, no quiere ayudarme con las labores de la casa, no quiere nada de nosotras. Yo sé que su único pasatiempo es perderse en un mundo del que sólo me impresiona su aroma.